DISCALCULIA: LA GRAN OLVIDADA

¿Sabías que entre el 2% y el 6% del alumnado puede presentar discalculia? A pesar de ello, este trastorno del neurodesarrollo no ha sido muy estudiado. En este artículo te muestro los signos de alarma y estrategias prácticas para detectar e intervenir en el aula.

Margarita Gutiérrez

11/17/20251 min leer

DISCALCULIA

La gran olvidada

¿Alguna vez has visto a un alumno frustrarse con las matemáticas y pensar que simplemente “no vale para los números”? Detrás de esas dificultades puede encontrarse la discalculia, un trastorno del aprendizaje de origen neurobiológico que afecta la forma en que el cerebro procesa la información numérica. No es falta de esfuerzo ni de inteligencia: es una manera distinta de aprender.

Estos son los cinco hallazgos esenciales que la investigación educativa nos aporta sobre la discalculia y que todo docente debería conocer:

1. No existe una única discalculia

No todos los alumnos presentan las mismas dificultades. Según David Geary, existen tres perfiles principales:

  • Memoria semántica: dificultad para recordar hechos numéricos (como las tablas).

  • Procedimental: fallos al aplicar los pasos de una operación.

  • Visoespacial: errores al colocar o interpretar números.

Comprender el perfil del alumno es clave para ajustar la intervención.

2. Practicar más no es la solución

El reto no es repetir sin sentido, sino enseñar a pensar. La metacognición —planificar, elegir estrategias y creer en las propias capacidades— ayuda al alumnado a comprender qué hace y por qué.
Podemos imaginarlo así: la metacognición es el arquitecto que diseña el aprendizaje, y los materiales manipulativos son los ladrillos que lo sostienen.

3. Contar con los dedos no es inmadurez

Los dedos, palillos o bloques son andamios cognitivos. Permiten descargar la memoria de trabajo y conectar el número con su cantidad real. No son trampas, sino herramientas esenciales para construir el sentido numérico.

4. Afecta más allá del aula

La discalculia impacta en la vida diaria: entender la hora, manejar el dinero, orientarse o seguir una receta. Por eso, detectarla y abordarla no solo mejora el rendimiento escolar, sino también la autonomía personal.

5. El problema puede estar en el lenguaje

Muchos alumnos fallan no al calcular, sino al traducir el enunciado verbal a lenguaje matemático. Aquí los materiales manipulativos vuelven a ser clave: ayudan a visualizar el problema y darle sentido.
Las matemáticas son, al fin y al cabo, un lenguaje con su propia gramática.

En resumen

La discalculia no es sinónimo de “ser malo en mates”, sino una forma distinta de aprender. Requiere empatía, estrategias adaptadas y comprensión del proceso cognitivo.
Como docentes, nuestra labor no es pedir más esfuerzo, sino ofrecer los andamios adecuados para que cada alumno construya su propio camino hacia las matemáticas.